21.12.05

El Silencio de Simón y Andrés

Ayer y hoy he salido a pescar con los hermanos Simón y Andrés. Los suaves chapoteos y pequeños ruidos de los aparejos golpeando la madera me ayudaron mucho a pensar y los pescadores han aprendido a respetar este silencio. Por las noches en cambio hablamos mucho: contaron que su decisión de dejar Betsaida para casarse y trabajar en Cafarnaúm no obedeció solo a cuestiones económicas; que, como muchos, creen que hay un cambio por venir; que no se han unido nunca a los que empuñan las armas y se esconden en las montañas porque Roma siempre tendrá más armas que ellos, indefectiblemente. Esto y otras cosas me contaban y yo les aconsejaba. Les dije que había que comportarse como un Rey, pero no para tratar de dominar sobre los bienes, sino sobre las almas. Y como esta parábola no me gustara, les hice una promesa con otra, dije que ahora que sabían pescar, yo los haría pescadores de hombres. Simón y Andrés cuando no entienden algo me preguntan, pero cuando no entienden nada de nada callan, esperando comprender más adelante. Hoy callaron ambos y aunque éramos tres en la barca, estuvimos solos durante horas ante el suave sonido del Lago Genesaret.