25.12.05

Tabga

Bien temprano puse rumbo al sur, hacia Magdala, siguiendo el bello camino de la costa del Lago de Genesaret. Tomé sólo una pequeña alforja con lo necesario para escribir esta bitácora y las monedas que Jairo me diera por el trabajo en el techo de la Sinagoga. No era todavía media mañana cuando entré en Tabga y fui a la costa a saludar a sus pescadores. Encontré a unos que había visto cuando pescaba con Simón y Andrés, que saludaron e insistieron en que fuera a pescar con ellos. Sabiendo sus malas intenciones les pregunté ¿Por qué me necesitan si soy carpintero y no pescador? Es que tu traes suerte, dijeron entre risas. Esta raza mala pide un prodigio, contesté, pero no lo tendrán. Hoy por vuestra avaricia nada pescaréis. Les di la espalda y sacudí el polvo de mis pies para retomar el camino, cuando me pareció reconocer a Mateo, vecino de Cafarnaúm y le di una gran voz, preguntele si podría permanecer en la casa de alguien en Tabga. Los pescadores me advirtieron bajando la voz, Rabbi, con quien hablas es un pecador. Entretanto se acercó Mateo, recaudador de impuestos, y me dijo Sígueme. Antes de partir con él, les dije a los pescadores, No son los sanos, sino los enfermos los que necesitan de médico. Mateo me acompañó hasta una casa que me pareció muy digna, donde podría pasar la noche. Luego disculpándose por irse tan pronto y dedicándome una gran reverencia, el amable publicano se alejó. Decidí que bien valía retrasar un día mi llegada a Magdala y estuve mucho tiempo hablando con los dueños de la casa, quienes me llamaban Rabbi y me pidieron que volviera pronto.